El proyecto RECOVER, financiado por la Fundación Soliss, hace un balance muy positivo tras su conclusión, 15 meses después de que se comenzara con la gestación de la propuesta. Objetivos cumplidos y reconocimiento de la comunidad científica.
RECOVER ha sido un proyecto de investigación que buscaba la readaptación funcional en pacientes con COVID-19 persistente, y que ha contado con el apoyo económico de la Fundación Soliss.
La Fundación de SOLISS SEGUROS tiene como prioridad: recibir, analizar y apoyar aquellos proyectos que puedan ayudar a mejorar la vida de las personas y, sin lugar a duda, el proyecto RECOVER ha sido de vital trascendencia para mejorar la calidad de vida de muchas personas que siguen padeciendo de manera persistente los efectos del COVID.
Toledo, marzo 2023
Fundación Soliss ha apostado, una vez más, por el talento castellanomanchego. Una buena muestra es este proyecto para mitigar los efectos del COVID persistente, que ha sido liderado por investigadores que desempeñan su labor en Toledo.
El grupo de Investigación que ha desarrollado este proyecto ha sido liderado por el cardiólogo del Hospital Universitario de Toledo, el Dr. Alejandro Berenguel, coordinador de la Unidad de Rehabilitación Cardíaca en dicho centro, en colaboración con Manuel Gallango, Graduado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte (CAFyD) y Especialista en Entrenamiento a Poblaciones Especiales, y con el Comandante Juan Godoy, también Graduado CAFyD, y a su vez Profesor de la Escuela de Educación Física del Ejército de Tierra, institución que prestó sus instalaciones para llevar a cabo la consecución del proyecto.
La pandemia del COVID-19 ha supuesto, hasta la fecha, el contagio de más de 154,7
millones de personas en todo el mundo, con unos 3,2 millones de muertos según los datos recogidos por la Johns Hopkins University. Solo en nuestro país, el número de afectados por la infección del coronavirus es de 3,7 millones, según el Ministerio de Sanidad (MS).
En España desde el inicio de la epidemia, la letalidad se ha calculado sobre los casos
confirmados notificados de forma diaria por las Comunidades Autónomas al MS y a la Red Nacional de Vigilancia de Epidemiologia. En base a los datos suministrados por esta red, la letalidad de esta infección abarca desde el 0,002% en menores de 10 años hasta el 4,1% en los mayores de 70.
La primera guía clínica española para la atención al paciente long COVID/COVID persistente, propuso la siguiente definición: “Complejo sintomático multiorgánico que afecta a aquellos pacientes que han padecido la COVID-19 y que permanecen con sintomatología tras la considerada fase aguda de la enfermedad, pasadas 4 e incluso 12 semanas, persistiendo los síntomas en el tiempo”. La National Institute of Health and Care Excellence (NICE), 2021; Por su parte, considera síndrome post-COVID a los pacientes que presentan síntomas persistentes más allá de 12 semanas, que no puedan ser explicados por otra causa.
En cuanto a su epidemiologia, un metaanálisis reciente estima que hasta el 80% de los
pacientes presentan al menos un síntoma de COVID persistente en la evolución.
Aunque su incidencia parece relacionarse con la severidad de la fase aguda
de la infección, afecta a más de un tercio de los pacientes que sufrieron la COVID-19 con síntomas leves. Así se describe en una cohorte española con 277 pacientes, en la que el 58% de los pacientes con neumonía severa y un 36% y 37% con neumonía leve y sin neumonía presentaron síntomas de COVID persistente a las 14 semanas.
El término “recuperado” puede ser un nombre equivocado, por lo menos para aplicarlo a la totalidad de pacientes que se le ha dado un alta hospitalaria y esto puede confundir tanto al público como gestores sanitarios. El conocimiento de las secuelas
de la COVID-19 sigue siendo incompleto y particularmente en países en vías de
desarrollo. Inicialmente, todas las medidas se han centrado en prevenir la mortalidad que ha ocasionado la pandemia, sin embargo, es el momento de poner el foco también en la comorbilidad de aquellos pacientes «recuperados».
La evidencia ha confirmado que el ejercicio físico juega un papel fundamental en el
tratamiento de los pacientes afectados por COVID persistente. Según explica Berenguel, “ya en los primeros meses de la pandemia comenzamos a ver muchos pacientes que desarrollaban síntomas persistentes meses después de la infección aguda, incluso en caso de infecciones no graves, que no habían precisado ingreso hospitalario. Los síntomas más habituales eran la fatiga, cansancio o intolerancia a los esfuerzos.
Tras una primera investigación que publicamos en su momento fuimos el primer grupo que propuso que dicho deterioro no radicaba ni en el corazón ni en los pulmones, sino que se trataba de un deterioro periférico, que el problema radicaba en los músculos, que no eran capaces de convertir adecuadamente el oxígeno respirado en energía. Era como, si de repente, el virus se hubiera llevado por delante toda la “forma física o fitness” que pudiera tener el sujeto. Por ese motivo decidimos explorar la vía del entrenamiento físico, con especial énfasis en el entrenamiento muscular o de fuerza, como terapia de recuperación en este colectivo de pacientes.
Nos propusimos demostrar que un programa de entrenamiento físico estructurado, acotado en el tiempo y diseñado y dirigido por especialistas en entrenamiento físico era capaz de mitigar parte de los síntomas presentes en los pacientes afectos de COVID persistente, sobre todo la fatiga (el más frecuente de ellos, presente hasta en un 58% de los casos) y la disnea (sensación subjetiva de falta de aire, presente hasta en un 24% de los casos) La mejoría de los síntomas (subjetivos) se acampanaría, si nuestra hipótesis era correcta, de una mejoría de la capacidad funcional (objetiva) medida a través del VO2 obtenido en una prueba de esfuerzo cardiopulmonar o ergo espirometría, que es la técnica de elección para la valoración objetiva de la capacidad funcional, así como discriminar la causa de su deterioro en caso de que exista”
En base a ello, los investigadores diseñaron un estudio de intervención, prospectivo, aleatorizado, de casos y controles, que fue aprobado por el Comité Ético del Hospital Universitario de Toledo. Los sujetos participantes debían tener entre 18 y 65 años, haber padecido la infección por COVID-19 y presentar síntomas residuales persistentes, al menos 3 meses después de la infección, siendo alguno de ellos sea o fatiga o disnea, y habiéndose descartado otra patología o comorbilidad que pueda justificar la presencia de dichos síntomas
Ya han pasado 15 meses desde que el proyecto RECOVER (REadaptación funcional en pacientes con COVID pERsistente) comenzará su actividad y el balance es muy positivo y esperanzador. “Se han alcanzado los objetivos de mejora de salud en el grupo de personas que han participado en el proyecto, tanto de manera objetiva como subjetiva, y, por tanto, las hipótesis planteadas han sido demostradas, abriéndose una esperanzadora vía de recuperación para este colectivo” afirma Berenguel.
Los resultados, que están pendientes de una inminente publicación, ya han sido comunicados a la comunidad científica a través de diversos foros y congresos. Y, de hecho, el proyecto RECOVER ha recibido varios premios, destacando el entregado en el pasado Congreso de las Enfermedades Cardiovasculares celebrado en octubre de 2022 en Palma de Mallorca y en el que se recogió el premio al mejor proyecto de investigación en el ámbito de la rehabilitación cardiaca.